viernes, 16 de noviembre de 2012

Realidad irreal

¡Hola chicos! Hoy en mi colegio ha sido el plazo de entrega para todos aquellas personas que hayan querido participar con sus relatos en, obviamente, un concurso de relatos.
Bien, pues he participado.  Es la primera vez que hago algo así y no creo que sea la última. Je, je. 
Supongo que la semana que viene dirán los resultados. Ya os cotaré.
De momento, os dejo aquí el relato que he escrito para participar. ¡Espero que os guste!



Realidad irreal

Siento cómo los rayos del sol, filtrándose a través de la venta, me acarician el rostro. No sé qué hora es, pero lo que sí sé es que todavía no se ha ido el olor a peligro.          
Alerta, me incorporo y me apoyo sobre los codos. Paseo la mirada por todas las esquinas de esta habitación desconocida. Nada. No hay nada. ¿Cómo habré llegado aquí?                                                                                                                                

Me levanto dispuesto a internarme en mi pasado oculto. A descubrir lo que ocurrió anoche y el motivo por el que estoy en esta habitación.                                                            
Sigo con los vaqueros y la camiseta puesta. Buena señal. Nadie me ha tenido que desvestir. Me pongo las zapatillas, me revuelvo el pelo con la mano a modo de peine y salgo por la ventana mientas me apoyo la mochila sobre los hombros. Prefiero que no me vean salir.                                                                                                                   
La caída no es alta, unos tres metros. Estoy acostumbrado a saltar distancias y alturas mayores.                                                                                                                                     

Ya abajo, me giro y contemplo el edificio. No me suena absolutamente de nada. ¿Dónde estoy? No sé ni dónde estoy.                                                                                                 
 Miro a ambos lados de la calle, elijo uno, y empiezo a correr. Enseguida recuerdo que tengo un puñal en el cinturón porque me lo estoy clavando. ¡Leches! ¿Por qué no podré ser una niña en estos momentos? Podría meterlo en un cinturón para el muslo y ocultarlo bajo un vestido o similar.                                                                                 
Sigo corriendo sin pararme. Ni si quiera a coger aire. Hasta que… ¡un momento! Esa calle me suena de algo. Paro, y me dirijo hacia ella con cuidado. Primero el talón, después la punta, talón, punta… y con los seis sentidos puestos en todas direcciones. Más que una calle, es un callejón, y su boca, está demasiado oscura teniendo en cuenta la hora que es. Poco a poco y sigilosamente, me voy internando entre los muros de piedra.                                                                                                                          Conforme avanzo aumenta la negrura que me rodea.                                                            
Casi sin moverme, me levanto la camiseta lo suficiente como para agarrar el puñal y sacarlo de su amarre en el cinturón.                                                                                        
Puñal en mano, me paro, y de repente, como si me hubiesen visto sacar el puñal y pararme, una voz incorpórea dice: - Espero que sepas cómo salir de aquí y a quién te enfrentas.            
Miro al cielo intentando entender lo que está sucediendo y escruto el callejón envuelto en una sábana oscura.                                                                                                           
-¡Eh! -Grito a modo de respuesta- ¡¿Quién eres?!                                                                              
-Ja, ja, ja -se ríe-. Como que te lo voy a decir.                                                                                                     
-¡Más vale que me lo digas! -Sigo gritando- O si no…
-¿Qué? -Como un relámpago aparece un cuerpo envuelto en la sobra frente a mí.- ¿Qué me vas a hacer?- Pregunta tranquilamente con una mueca.
Me quito la mochila, la echo a un lado y le hago frente al misterioso desconocido.       
 Le apunto con el puñal justo en el pecho, a la espera de una mínima señal de movimiento para lanzarlo.
Sin esperarlo, desenvaina su espada y empieza a cortar el aire en dirección a mí. ¡Mierda! ¿Por qué no me habré percatado de semejante asesino metálico?
En un cerrar y abrir de ojos le lanzo el puñal y salto, para aterrizar un segundo más tarde, sobre uno de los muros del callejón.                                                                                         
Sin esperar el siguiente movimiento de mi contrincante, empiezo a correr sobre los quince centímetros de anchura que caracterizan al muro y me fijo en que a mi derecha solo hay vacío. Un vacío imponente.
Me sorprende que, corriendo como corro, el dichoso señor este me haya alcanzado y se plante a dos palmos de mi cara.
-Prepárate -me ruge-. ¿Algún último deseo?
Le atravieso con la mirada, me pongo tenso, trago y me concentro en el siguiente movimiento: no morir.
Desarmado, lo único que me queda por hacer es utilizar los puños y procurar no caerme.
-Más quisieras-. Le respondo de la manera más vacía posible aunque estoy bastante nervioso y demasiado alerta. Me está empezando a preocupar que se me salgan los ojos o algo.
-Como quieras-. Me dice con cara de malas pulgas.                                                            
Da un paso hacia delante con la intención de atravesarme con su brillante extensión del brazo pero no lo consigue porque salto, me apoyo en la hoja, cojo impulso y paso por encima de su cabeza dando una voltereta. Le arrebato mi puñal de la parte trasera de su corsé antes de caer.                                                                                                       Hace amago de girarse pero ya es demasiado tarde porque incluso antes de que mis plantas rocen el suelo, le clavo el puñal en la mitad de la espalda.                                   
El señor X ruge de dolor y maldice algo que no sé muy bien lo que significa. Se lo saco y vuelve a gritar.
-¡Niñato asqueroso! Verás cuando te…                                                                            
Se queda sin voz así, de repente y se encoge. Sin saber bien qué hacer, me alejo para no ponérselo fácil.
Una luz cegadora mana de su cuerpo encogido y sin identidad. ¡Ah! Me deja sin vista pero, todavía me queda la suficiente como para ver su espada volando hacia mí y su cuerpo convertirse en ceniza para dar lugar a una montaña de ropajes sin orden ni concierto. Algunos de ellos se caen por ambos lados.
Intento esquivar la espada pero no me da tiempo. El beso de la hoja hace que en mi brazo derecho nazca un corte profundo de color escarlata. De la impresión retrocedo sin acordarme del lugar en el que estoy, y caigo.
Continuo cayendo cuando…


-¡Carlos, ya es la hora de levantarse! –Oigo gritar a mi madre desde no sé qué parte del pasillo.
Abro los ojos con un poco de miedo por lo que me pueda encontrar cuando los abra. Mi habitación. Estoy en mi habitación.                                                                                  
El pecho me sube y me baja a una velocidad límite.                                                                  
Solo ha sido un sueño. Uno más de los miles que tenemos a lo largo de nuestra vida.
Me levanto y noto que el brazo derecho me arde. Bajo lentamente la cabeza para mirar,  y lo veo todo cubierto de rojo.


¿Os ha gustado? Espero que sí.
Besis, 

2 comentarios:

  1. ¡Me ha encantado! *.*
    ¡Y el final es flipante! Me has dejado con la intriga jajaja :)
    Besos ^^

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    Respuestas
    1. ¿En serio? Wow... ¡¡muchísimas gracias!! Me has alegrado el día.^^

      Eliminar

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