sábado, 9 de agosto de 2014

La última carta

¡¡Hola, Creadores!!

Voy a poner algo porque no quiero dejar la entrada sin saludillo: ¿Qué tal, cómo estáis? ¡Espero que genialísimos de la vida!
No voy a presentar el tema de la que es una entrada poco asidua en este blog, porque creo que es inecesario. 
Así que, sin más palabras -algo- mudas, os dejo con esto, que espero, os guste -aunque solo sea un poquitín de nada-:



La última carta



Todavía recuerdo cómo caían esas lágrimas sobre la cubierta del que era tu libro preferido.  En aquel momento dejé de ser yo, ya era tuyo. No hicieron falta más palabras de las que se dijeron con el sol de julio poniéndose tras nuestras siluetas mal dibujadas en las aguas turbadas del lago.

Acaricié tu rostro, y tú, con un leve movimiento, me besaste la palma. Puedo jurarte, 
te juro, 
que la dicha que me recorrió en esos escasos dos segundos en los que tus labios me rozaron, me convirtió en el hombre más feliz del mundo. ¡Qué digo, del universo entero!

Soy consciente de nuestras diferencias, de las dificulades que tendremos que sortear, de la vida que seguramente nos espera, pero te quiero. Te quiero. ¿No es eso suficiente?

Parace que no.

Cada día; cada noche, sueño con poder estar contigo, con pasar el resto de mis días contigo. Esos días que no me quedan porque Dios ha decidido que esta vida no es para mí. Esos días que ansío más que cualquier cosa. Esos días contigo. Ese regalo. Solo ese.

Dicen que los sueños no existen, que no son más que meras representaciones del subconsciente. Pero dime: ¿era o no era un sueño cuando te acercaste con cristales en ojos y corazón y me besaste? ¿Lo era? ¿Lo fue?

Lo siento. Siento que los espejos que alberga tu corazón no sean más que fragmentos hechos añicos de recuerdos de una vida que ya no existe. Siento que pases por esto; que te haga pasar por esto. Y me parte el alma, a la vez que me la compone, que pronunciaras esas dos palabras que han hecho que sea total e incondicionalmente incapaz de separarme de tu lado. Porque sé, sabemos, que estos meses han sido nuestros. Únicos y preciosos. Especiales.

A mí ya no me queda vida, pero espero que por lo menos tú, que portas mi mitad, puedas decir que son recuerdos inmortales; de esos que nunca se olvidan. Esos, justo esos, que te hacen sonreir en los más oscuros túneles. Los que espero no te hagan nunca perder la esperanza. Con los que sueño que formen una sola pieza de todas las que conformen el puzzle de tu vida. Así que vive. Vive por los dos. Vive por esos días robados.

Vive. Porque te quiero, porque te amo.

Porque te lo mereces, amor mío.

Tuyo, ahora y siempre,

A.



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